El binomio entre cultura y gastronomía existe desde siempre. Y cualquier persona que estudie un Bachelor en Nutrición debe tener esta vertiente en cuenta para no perder perspectiva.
La cultura gastronómica es una parte integral de la manera en la que nos entendemos a nosotros mismos. Tiene el poder de unir a las personas y también tiene el de dividirlas. No solamente eso, sino que la alimentación es un eje vertebrador de la vida. No es solo un reflejo de la historia, la geografía o la política de una nación, sino que también supone un reflejo de su cultura.
Las culturas tienen diferentes formas de cocinar y comer. Algunas usan para comer tazones, y otras tenedores y cuchillos. Otras usan palillos. Y es que la comida y la cultura están íntimamente unidas; hablan acerca de cómo son las personas, y cómo interactúan entre ellas.
La relación entre la comida y la cultura se puede ver en muchos lugares del mundo: desde los tacos callejeros mexicanos hasta los platos tradicionales de la India y la pizza italiana, cada plato cuenta una historia sobre su origen y cómo se hizo.
La cultura gastronómica -también llamada platos tradicionales- representa las tradiciones, creencias y prácticas de una región geográfica, grupo étnico, cuerpo religioso o comunidad intercultural. Esto nos puede permitir aprender mucho acerca de cualquiera de estos grupos.
Igualmente, la cultura gastronómica también puede implicar creencias sobre cómo se preparan o utilizan determinados alimentos, o simbolizar la cultura general de un grupo.
Estos platos y costumbres se transmiten de generación en generación. La bromatología hace su trabajo porque permite saber cómo estos nutrientes han influido en la configuración de una cultura.
Los alimentos que se usan en la cultura gastronómica pueden representar una región, como la pizza, la pasta y la salsa de tomate de Italia o el kimchi, las algas y el dim sum de Asia. Sin embargo, también pueden traer a la mente un pasado colonial, como es el caso de la fusión de las tradiciones alimentarias de África Occidental y las Indias Orientales en el Caribe.
No se puede negar que desempeña un papel muy relevante en las celebraciones religiosas y a menudo está en el centro de las identidades y conexiones familiares. También, dentro de las costumbres culinarias de un territorio, puede haber subdivisiones regionales o por credo.
Los alimentos culturales y las prácticas alimentarias tradicionales proporcionan una profunda conexión con la comunidad y la asistencia sanitaria. Conectan a las personas con su pasado, fomentan la socialización en el presente y crean recuerdos para el futuro. Por lo tanto, tienen un potencial identitario enorme.
Si una persona enseña a otra a preparar el Oil Down, ambas están conectando con tradiciones que llegaron de África, al tiempo que se fortalecen las distintas relaciones familiares.
Como ya se ha comentado antes, las personas conectan con su grupo cultural mediante pautas alimentarias que pueden ser similares. Un ejemplo, las personas que emigran de sus países, al llegar al que los recibe, hacen de la comida una forma de preservar su identidad cultural.
No solamente se trata de que las personas que tienen distintos orígenes culturales comen alimentos diferentes, sino de que tanto la forma de prepararlos, los ingredientes o el mismo tipo de alimentos es distinto.
Los mismos alimentos tienen un significado. En muchos países occidentales, una caja de bombones se consideraría un regalo apropiado. El destinatario del regalo reaccionaría de forma diferente ante un regalo de coles o zanahorias que ante el chocolate. En otros países, el chocolate podría ser un regalo menos apropiado. Algo parecido sucede, por ejemplo, con determinados platos de casquería, más aceptados en unas culturas que en otras.
Además, algunos alimentos son gustos adquiridos. En el sentido de que, una vez que se vence el tabú de otras zonas, solo se disfruta a partir de una habituación.
Es un hecho innegable que la región tiene sus propios hábitos en lo referente a la comida y la cultura, pero estos pueden cambiar con el tiempo. La emigración, sin ir más lejos, hace que las prácticas y preferencias gastronómicas se importen y se exporten. Y, aunque se camina hacia la fusión, siguen existiendo límites.
Las personas que cambian de lugar de residencia llevan consigo sus recetas, pero es posible que las hagan de una manera distinta, con nuevos ingredientes, o simplemente adaptándolas a los propios gustos. Como ejemplo, se puede indicar que, más o menos el 89% de las necesidades de Samoa provienen de Estados Unidos, Nueva Zelanda o Australia.
La alimentación está determinada culturalmente. Hay muchos factores que intervienen en la producción de alimentos, más allá de la importancia de la nutrición para la salud.
Los factores sociales, económicos y ambientales juegan un papel en cómo se cultivan, cosechan, procesan y consumen los alimentos. Incluso, los horarios de las comidas dependen, en gran medida, de la cultura.
Los factores geográficos influyen a la hora de construir la cultura gastronómica de un país.
En primer lugar, hay que hacer referencia a la disponibilidad de un alimento. Siempre se habla, por ejemplo, de una China del arroz, en el sur, y una China del trigo, en el norte.
Por otra parte, la climatología influye en lo referente a qué se come. No en vano, un clima más frío requiere de un mayor aporte calórico.
Los factores sociales son, también, determinantes. Por ejemplo, algunos elementos son propios de personas con un estatus social determinado, pero, también, entran en juego las creencias religiosas o éticas.
Una persona de un país musulmán, por ejemplo, no consumirá alimentos de cerdo. Y una persona vegana no ingiere ningún alimento de origen animal.
Los factores económicos también se deben tener en cuenta. La renta disponible, o si una sociedad es más o menos pudiente, influirán en la elección o elaboración de determinados platos.
Ahora bien, lo que suele suceder es que, en una misma sociedad, hay platos de consumo diario y otros para días especiales.
Los factores culturales de los alimentos son los siguientes:
Tabúes alimentarios: Son prácticas que prohíben a las personas ingerir determinados alimentos por motivos religiosos o de otro tipo. Por ejemplo, algunos judíos no comen cerdo porque está prohibido en la Torá.
Preferencias alimentarias: Son aspectos de la cultura de una persona que influyen en su preferencia por ciertos alimentos sobre otros. Por ejemplo, muchas personas de la India prefieren las comidas picantes porque las encuentran más sabrosas y apetecibles que las que viven en los países occidentales.
Normas de inocuidad de los alimentos: son reglamentos que dictan lo que se puede hacer con un alimento antes de que los consumidores lo vendan o lo coman.
Hay una gran relación entre la cultura gastronómica y la identidad de las personas. La comida es parte de cada cultura y tiene un papel crucial en la configuración de nuestra comprensión de lo que significa estar en esa cultura.
La comida y la cultura forman una combinación única de lo que las personas comen y lo que hacen en el día a día. Los alimentos que se comen dan forma a los gustos, las tradiciones que se siguen dan forma a los valores y los idiomas que se hablan dan forma a cómo es la comprensión del mundo.
Evidentemente, esta no es la manera en la que se daba forma a la identidad cultural, que no era otra que hacer que las personas se asimilaran a una cultura más grande y que dispusiera de más recursos o de más poder que la suya. No obstante, debido a que la globalización y la inmigración son cuestiones cada vez más comunes, ahora es bastante más complicado que un individuo se asimile a una cultura porque existen muchas influencias diferentes de su propia cultura y de la nueva.
A modo de conclusión, es interesante señalar y recalcar que el mundo se ha vuelto más globalizado a lo largo de los años, pero la identidad cultural de un país aún se deriva de sus tradiciones y comida.