Nos hemos propuesto acabar definitivamente con esta imprecisión, como primer paso para avanzar en el compromiso por la sostenibilidad.
Es frecuente que se utilicen como sinónimos algunos términos relacionados con los recursos energéticos. Y no solo en las conversaciones a nivel de calle. También, en medios de comunicación, lo que es más preocupante. Es demasiado habitual referirse a energías verdes o energías renovables de manera indistinta, cuando son fenómenos con características diferentes.
Se podría simplificar esa distinción resumiendo que todas las energías verdes son renovables, pero esta afirmación no puede hacerse a la inversa. Hay energías renovables que no son verdes. Aunque parezca un galimatías, es sencillo entenderlo. Una energía renovable es aquella que se nutre de una fuente que no se agota o que su ritmo de reposición es más rápido que el de gasto.
Sin embargo, esto no implica que sea un recurso limpio, no contaminante, que no tenga un impacto negativo en el medio ambiente. Y esta es la clave que distingue las renovables de cualquier energía verde. Esta última no produce efectos contaminantes o son mínimos, de forma que el medio ambiente no se ve dañado.
En cualquier caso, ambas modalidades son excelentes alternativas para sustituir a las energías no renovables. En un mundo en el que la demanda de consumo energético no para de crecer, donde ya sufrimos a diario las consecuencias del cambio climático, la transición energética hacia un modelo más sostenible es imprescindible. La sustitución de los combustibles fósiles, un recurso finito y altamente contaminante, por energías verdes y/o renovables es la inversión más efectiva que se puede hacer.
Para dimensionar mejor el fenómeno de las energías verdes y todas las ventajas que conllevan, es interesante detallar las cualidades que definen este tipo de recursos energéticos:
Sonecológicas, ya que no generan CO2 ni otros gases de efecto invernadero como el metano o el óxido nitroso.
Sostenibles, porque satisfacen las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la capacidad de abastecimiento de las generaciones futuras.
Saludables, según reconoce la OMS y otras agencias internacionales en distintos informes. Una muestra es el llamamiento que hizo la Organización Panamericana de la Salud en la celebración del Día Mundial de la Salud el pasado 7 abril del 2022, donde se hacía especial mención sobre la casuística de enfermedades relacionadas con las energías contaminantes para usos domésticos.
Son seguras. El sistema de producción de una energía verde no conlleva ningún riesgo suplementario. Tampoco en lo que se refiere a la eliminación de los residuos que pudiese generar o a la hora de desmantelar sus instalaciones.
Promueven la autonomía energética. Este asunto es especialmente relevante cuando pensamos en los países menos desarrollados. Las energías verdes les permiten un acceso a recursos no contaminantes, más asequibles y propios, para abandonar su dependencia energética.
Dinamizan la economía local. Una ventaja de las energías verdes que no se suele citar es su impacto positivo en la creación de empleo y riqueza. Son motores que dinamizan la economía en las zonas dónde se implantan.
Hay que señalar que la confusión entre energía verde y energías renovables no es producto del azar, sino que surge porque es bastante común que una energía cumpla las dos características a la vez. Probablemente, los casos más representativos son el de la energía eólica y el de la energía solar, considerada la renovable más eficaz.
La energía solar es la que aprovecha el calor y la luz que genera el sol. Por tanto, es renovable, ya que su fuente es inagotable, y es verde, porque en su proceso de producción no se emite ninguna sustancia contaminante. Esto es válido en sus dos variantes: la fotovoltaica, con sus paneles que aprovechan la luz solar para transformarla en electricidad, y la térmica, que usa la energía solar para producir calor.
La energía eólica se genera por el movimiento de las palas de un molino producido por el viento. De nuevo, se vale de un recurso inagotable y sin producir contaminación.
También existen energías renovables que son foco de la polémica cuando se las quiere incluir entre las fuentes verdes. Sin duda, los dos supuestos más paradigmáticos se encuentran en los biocombustibles y en la energía nuclear. De hecho, ha sido muy controvertida la decisión de la UE de añadir el gas y la nuclear entre las energías verdes que se incluyen en su acuerdo sobre taxonomía climática. Este acuerdo ha recibido las críticas unánimes de la comunidad científica y los partidos y organizaciones ecologistas, con los siguientes argumentos:
Los biocombustibles generan energía mediante la combustión de distintas materias, sobre todo, restos orgánicos de origen 100% natural, procedentes de actividades agropecuarias (biomasa). También se incluye en esta energía la quema de biogás. Pero, en todos estos procesos se liberan gases de efecto invernadero, en mayor o menor proporción, lo que impide que se considere una energía verde. Incluso, es dudoso que se pueda considerar el gas como un recurso renovable.
La energía nuclear es cierto que no libera gases en su proceso de producción y, en este sentido, podría considerarse una energía limpia. Sin embargo, genera unos residuos radiactivos altamente contaminantes y muy peligrosos para la salud del planeta y de las personas, por lo que se hace complicado identificarla con las energías verdes.
Solo con profesionales formados se puede acometer con garantías este apasionante reto de la sostenibilidad y la transformación que supone el uso generalizado de energías verdes. Si sientes implicación con este proceso de cambio, te emplazamos a conocer en qué consiste nuestro Bachelor en Ciencias Ambientales, tan completo como la realidad que aborda.