A continuación, te contamos más sobre el fenómeno que nos ocupa; pero, antes de entrar de lleno en su contenido, vamos a repasar algunos conceptos básicos para entender la relevancia de las finanzas sostenibles.
En primer lugar, vale la pena que nos detengamos en la importancia para el planeta de la sostenibilidad. El desarrollo sostenible implica una gestión de los recursos de la Tierra que, al mismo tiempo que sirve para satisfacer las necesidades de las actividades económicas y del consumo humano, no pone en peligro la existencia misma de los citados recursos naturales.
Por otro lado, hemos de señalar que el agotamiento de los recursos que el planeta es capaz de regenerar cada año llega antes. Sin ir más lejos, durante 2022, esa jornada fue el 28 de julio. Por consiguiente, la capacidad de renovación de las reservas de la naturaleza cada vez resulta menor. A continuación, te presentaremos dos estrategias para mitigar esta problemática. Por una parte, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Por la otra, la puesta en práctica de la economía circular.
Por lo que respecta a los ODS, se trata de unos hitos que han de conducir al logro de una serie de fines clave para el futuro de la humanidad. Nos referimos a metas como la paz mundial, la igualdad (en todas sus facetas y también de acceso a los recursos), la sostenibilidad y la eliminación del hambre y de la pobreza.
El cumplimiento de estas metas se materializa en la Agenda 2030, en la que se incluyen baremos para cada uno de los objetivos. De manera que va a ser posible acreditar los progresos o las complicaciones que se han dado en su persecución, en la cual se ha intentado involucrar a instituciones públicas y privadas.
Uno de los objetivos con más enjundia de este programa de actuaciones es el de acción por el clima. La emergencia vinculada al cambio climático, que pasa por evitar un sensible incremento de temperatura durante los próximos años que cause estragos (fenómenos meteorológicos extremos, sequías, migraciones masivas, desaparición de especies...), es uno de los más destacados.
Por su parte, este sistema de producción y consumo representa aplicar la máxima eficiencia a la hora de proveer de medios y servicios a partir de una utilización responsable de los materiales. Su base estriba en la optimización, por lo que sustituye la linealidad de los obsoletos sistemas fundamentados en la sobreexplotación y el desperdicio de recursos. La cambia por un esquema circular que racionaliza los materiales empleados en los procesos productivos y consumistas. Dicho esquema sigue este orden: rediseño, reducción, reutilización, reparación, renovación, recuperación y reciclaje.
En el marco de la colaboración pública y privada para favorecer la sostenibilidad, el sistema financiero juega un rol preponderante, puesto que facilita que la eficiencia de recursos de las empresas no tenga que entrar en una contradicción compleja con el legítimo afán de lucro de estas organizaciones. No son, por otra parte, los únicos incentivos que las firmas están recibiendo por cooperar con los ODS y, en general, la conservación del medio ambiente. Por ejemplo, los fondos para la reconstrucción de Europa tras la pandemia de la COVID-19 cuentan, en una alta proporción, con un componente estructural que vincula a sus beneficiarios con el cumplimiento de criterios de sostenibilidad.
Asimismo, existen beneficios para las empresas más intangibles pero también relacionados con la cooperación en materia medioambiental. Nos referimos a los que contribuyen a fomentar su Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Son acciones de protección al medio ambiente, derechos laborales, comercio justo o eficiencia energética que demuestran un compromiso ecológico y económico de la organización con su entorno y tienen un significativo impacto en términos de visibilidad, marketing y branding.
En cuanto a las protagonistas de este texto, hemos de remarcar que son unos productos financieros que, en su configuración, incorporan el requisito de eficiencia. Son, en consecuencia, coherentes con una serie de principios ambientales, sociales y de gobernanza. Este último término hace referencia a la relación con los stakeholders. Pero es con ejemplos como mejor puedes entender cómo se materializa este tipo de finanzas.
Son productos de inversión que se materializan como títulos de deuda procedentes de entidades que persiguen financiar proyectos con motivaciones ambientales y sociales.
Estos fondos no solo prometen rentabilidad, sino que también están vinculados a carteras de inversiones con un sentido ético de la actividad empresarial. Se desarrollan, por ejemplo, en sectores como la innovación tecnológica sostenible y la eficiencia energética y sus fuentes alternativas.
Esta inversión consiste en aportar dinero a proyectos que se caracterizan por proporcionar vías de solución a problemáticas ambientales o sociales.
Por último, destacamos este producto financiero, el cual aporta dinero a préstamo para finalidades relacionadas con la reducción de la contaminación y la eficiencia energética. Sin ir más lejos, para máquinas de producción que disminuyan el consumo de electricidad. Por eso, los prestatarios se pueden beneficiar de condiciones blandas, como tipos de interés por debajo del valor de mercado. Estos productos financieros sostenibles tienen su espacio en el estudio de titulaciones como Administración de Empresas. Manejarlos con soltura forma parte del acervo empresarial del presente. En la Universitat Carlemany se proporciona el bagaje oportuno respecto a este fundamental contenido compartido en varios grados.
En definitiva, las finanzas sostenibles aúnan rentabilidad y una buena imagen por parte de las firmas que las ponen en valor. Se trata de complementar una gestión productiva de los negocios con unos criterios de sostenibilidad que se actualizarán en función de las circunstancias del planeta.