Se trata de una tecnología que todavía tiene margen de mejora. Por otra parte, los presupuestos de empresas e instituciones aún resultan insuficientes para su plena implementación en todos los órdenes en los que mejorarían los procesos y la vida.
La Ingeniería en Organización Industrial es una de las formaciones que pueden contribuir a una mayor integración de esta última era de la industrialización en nuestra sociedad. A continuación, te contamos más acerca de ella.
Para definir este concepto, en primer lugar, es necesario remitirse al continuo de Revoluciones Industriales acometidas por la humanidad desde el siglo XVIII. Pero antes, definamos qué es una revolución industrial.
Una revolución industrial es un período de transformación económica y social caracterizado por cambios en los métodos de producción, la tecnología y la estructura social de una sociedad. Durante este periodo, se producen avances tecnológicos, se implementan nuevas formas de organizar la producción y se logran mejoras en la eficiencia y la productividad.
El término se refiere, sobre todo, a la Primera Revolución Industrial, que tuvo lugar desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, y a la Segunda Revolución Industrial, que ocurrió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Cada una de estas revoluciones ha tenido un efecto multiplicador respecto a la capacidad de las industrias precedentes. Son cambios que atañen, por tanto, a las máquinas. Han dependido siempre de ingenios humanos que han supuesto, en términos de evolución, un punto de inflexión respecto a los sistemas predominantes con anterioridad.
De la misma manera que la II Revolución Industrial suponía un perfeccionamiento de los modelos productivos impulsados en la I, la IV implica un salto cualitativo imbricado con la renovación que encarnó la III. Ten en cuenta que esta última ya consistía en la llegada de la digitalización y las telecomunicaciones a las fábricas.
Pero la industria que nos concierne en este texto se caracteriza por las modernas tecnologías de interconexión de datos. Desvinculan los procesos de su manejo y monitorización físicos y presenciales y, además, permiten análisis y tomas de decisiones en tiempo real. Optimizan la mecanización y los automatismos que ya se habían puesto en práctica en la III Revolución Industrial.
Los objetivos de esta cuarta industrialización pasan por la aplicación de las nuevas tecnologías de la información y comunicación al ámbito productivo. La clave estriba en implantar la interconexión en tiempo real que supuso internet a la gran escala industrial (una herramienta comunicativa ya existente en la segunda mitad del siglo XX, pero restringida durante largo tiempo a fines que apenas escapaban del campo militar).
Generar estas redes interconectadas en espacios más amplios que los de la computación doméstica comprende la necesidad de una inversión ambiciosa. Ya se están haciendo avances tanto en plantas industriales como en, por ejemplo, las ciudades inteligentes.
El modo de garantizar que estas innovaciones 4.0 lleguen a más espacios tiene que ver con la compenetración entre estas TIC y determinadas tecnologías cognitivas. Sin ir más lejos, la robótica adquiere un valor añadido cuando se complementa mediante la inteligencia artificial.
A grandes rasgos, se registra información en el plano físico, gracias a unos sensores conectados a ingenios digitales. El análisis masivo de datos proporciona, por su parte, conclusiones acerca de lo captado. Y, por último, se generan algoritmos que favorecen tomar determinaciones más acertadas en los escenarios físicos.
El alcance de esta clase de industria ya se está haciendo notar en una fase más avanzada de la mundialización. Las empresas ya no solo están deslocalizadas en su dimensión física, sino que también interactúan en escenarios globales de un modo inmediato.
Esta hiperconectividad, a través de sofisticados dispositivos que se adaptan a través del desarrollo del machine learning, modifica el estatus de las relaciones entre actores. Las empresas transforman su cadena de suministros para optimizar procesos y gastos. Pero las ventajas no son unívocas. Ten en cuenta que sus clientes también pueden redoblar sus exigencias, con base en sus pautas de consumo.
Y, como siempre ocurre cuando la tecnología avanza con más rapidez que el derecho, los Estados se ven en la obligación de garantizar que se haga un uso ético de las innovaciones que pueden implicar intromisiones en la vida privada o el interés general. Nos referimos, por ejemplo, a la protección de datos personales.
En todo caso, las instituciones públicas ya se han lanzado a aprovechar las aplicaciones de esta cuarta revolución que pueden mejorar la vida de su población. Las decisiones automatizadas que, en función de datos objetivos, se toman en las smart cities contribuyen, entre otros beneficios, a ahorrar energía, hacer más fluido el tráfico o minimizar la contaminación.
Los impactos de este cuarto estadio de la industrialización aún tienen recorrido pendiente. Los primeros, como te hemos comentado, se producen a gran escala. Los pueden llevar a cabo las organizaciones más relevantes, tales como el Estado o las empresas de cierta envergadura.
Por eso, las primeras influencias se hacen patentes en escenarios que tienden a la estandarización, como las cadenas de suministro. Los análisis de datos permiten disminuir sus márgenes de error y optimizar sus procesos productivos. Resulta evidente que estas implementaciones tienen efectos sobre la producción y el empleo. Se reduce la necesidad de la mano de obra y, por otra parte, se requieren profesionales especializados en el manejo de las nuevas tecnologías.
Cuando estos avances son probados con éxito en estos niveles, están en disposición de pasar a facilitar la vida de la ciudadanía. Es el caso del Internet de las Cosas, que, sin ir más lejos, ya es utilizado en prendas que miden variables del rendimiento deportivo.
Se produce una transformación del ecosistema de relaciones empresariales, productivas y laborales orientada a una optimización de los procesos, lo cual redunda en efectos positivos para los retos ecológicos y climáticos que afrontamos.
En resumidas cuentas, las entidades remarcan su proactividad y sus predicciones, mientras que la clientela se empodera mediante la capacidad de exigir productos y servicios personalizados.
En definitiva, la industria 4.0 ya es una realidad en nuestras vidas, aunque su desarrollo todavía resulta incompleto. Una contribución a este nuevo orden pasa por formarse convenientemente en sus principales áreas. En este sentido, destacamos la oferta de programas de la Universitat Carlemany.