Aún estamos a tiempo de tomar medidas para reducir ese impacto ambiental que provoca la actividad humana. La propuesta de las tres r se presenta como una de las más efectivas, porque incide en uno de los asuntos capitales cuando se habla de contaminación del planeta, el de los residuos. Analizamos en qué consiste esta regla de las tres erres y cómo puedes integrarla en tu vida para contribuir a la sostenibilidad.
El objetivo de las tres r es sencillo, se trata de que disminuya el volumen de residuos y basura que generamos los seres humanos en cualquiera de nuestras actividades. Por tanto, implica a todos los agentes sociales, desde las empresas y las administraciones públicas, hasta cada una de las personas que habitamos el planeta. Es una medida que se enmarca dentro de lo que se conoce como economía circular y, como se deduce de su propio nombre, alude a tres acciones: reducir, reutilizar y reciclar.
Es un concepto que apela a nuestra responsabilidad personal, ya que implica un cambio en nuestros hábitos cotidianos. Por eso, una de las claves para que se generalice esta transformación es que seamos capaces de integrarlo dentro de la educación ambiental.
Las tres r son, como adelantábamos, la base en la que se asienta la llamada economía circular. El objetivo es sustituir la economía lineal, imperante en la actualidad, que consiste en fabricar, usar y tirar. El nuevo modelo apela a una producción y consumo más responsable, basado en tres ejes: reducir, reutilizar y reciclar. Con los ejemplos que proponemos, intentamos contribuir a esa educación para el desarrollo sostenible que tan necesaria es para que todo el mundo pueda ponerse al día en materia medioambiental.
El primer paso de esta concienciación personal hacia un consumo más responsable pasa por un proceso de reflexión individual. Reducir no es otra cosa que comprar menos. Este gesto no solo implica que se tenga que rebajar la producción y, por tanto, haya una reducción en la huella de CO2. También se consigue un menor gasto de recursos naturales, como el agua o las materias primas, y de energía.
Reducir está al alcance de tu mano y es mucho más sencillo de lo que imaginas. Además de adquirir menos productos, estos son otros hábitos que puedes incorpora a tu vida:
Decantarte por productos de cercanía.
Usar tus propias bolsas y envases para ir a hacer la compra. Recuerda que se acaba de aprobar una ley que permite al cliente llevar su propio recipiente para comprar productos a granel.
Compra envases de más volumen, en lugar de individuales. Es decir, mejor una botella de un litro de yogurt líquido que 6 pequeñas.
Todo el mundo está ya familiarizado con el concepto de reciclado, especialmente, en lo que se refiere a separar los residuos y tirar cada tipo de basura en el contenedor que le corresponde. Pero, la idea es más ambiciosa, como ves en estos dos ejemplos:
Los restos orgánicos pueden convertirse en abono. Solo necesitas un pequeño contenedor y un rastrillo. Si te gusta la jardinería, no encontrarás mejor fertilizante.
Compra productos reciclados: papel, vidrio, ropa… La lista es, afortunadamente, cada día más amplia.
Probablemente, la parte más atractiva de esta regla de las tres erres, porque permite que des rienda suelta a tu creatividad e imaginación. El objetivo es que se prolongue la vida útil de cualquier objeto. Estas ideas pueden inspirarte:
Cajas de cartón para archivar y ordenar tus armarios.
Frascos de cristal como jarrones, botes para los bolígrafos o para los cepillos de dientes.
Las cajas de madera en las que se venden ciertas frutas, pueden servir de bandejas, solo con una mano de pintura.
Para las personas con sensibilidad medioambiental, no hay límites en lo que se refiere al compromiso. Por eso, hay corrientes ecologistas que consideran superada la regla de las tres erres y promueven una apuesta sostenible basada en las 5R. Estas son las dos acciones que se añaden para completar la propuesta:
Es un proceso que significa poner el foco en nuestra tendencia al consumo irreflexivo. Para empezar, rechaza la compra de artículos que se presenten con un envoltorio plástico. Este punto es, especialmente, significativo cuando hablamos de productos frescos como frutas, carnes o pescados. Se da la paradoja de que, a menudo, el peso de la bandeja y el envoltorio supera al del alimento que adquieres.
También, en este asunto del rechazo, puedes incluir artículos tan innecesarios como las pajitas de plástico. Es increíble el efecto contaminante de un producto tan insignificante. Pero, un dato te puede ayudar a la reflexión. Solo en España pueden llegar a consumirse 13 millones de pajitas al día. Si están fabricadas en plástico no reutilizable, imagina el daño que hacen a los ecosistemas marinos, que es donde acaban depositándose.
No hace tanto tiempo, la práctica más habitual en las familias era mandar a arreglar todo tipo de artículos y productos. El nivel económico de la mayoría de los hogares no permitía desechar y comprar de nuevo con tanta facilidad como lo hacemos actualmente. Estas reparaciones no solo se referían a los electrodomésticos. También, se incluía la ropa, el calzado o los juguetes de los niños, algo que hoy casi nos parece impensable.
Retomar esta práctica es esencial cuando pensamos en objetos tan cotidianos y utilizados como los móviles. Su impacto medioambiental es impresionante, tanto por la cantidad de teléfonos que se manejan a nivel mundial, como porque es contaminante todo el proceso de producción, desde la cadena de suministro, hasta la huella de carbono.
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