En el marco de los 30 ODS contemplados, el que ocupa la posición decimotercera es uno de los más relevantes, pero, a juzgar por las polémicas políticas y mediáticas que ha levantado, también supone uno de los más controvertidos.
A continuación, te contamos las claves que justifican su inclusión en esta agenda de cambio mundial compuesta por 16 objetivos más.
El fin que se sitúa en la decimotercera posición de los ODS tiene una relevancia capital en el marco de la consecución del objetivo general de este plan de la ONU. El objetivo global no es otro que la consecución de la sostenibilidad. Nos referimos a que el devenir de la Tierra no implique un agotamiento de recursos que ponga en peligro los de las próximas generaciones.
El objetivo que nos ocupa se denomina acción por el clima. Básicamente, aborda la problemática del cambio climático. Con este concepto, engloba también el conocido como calentamiento global.
Se trata de un fenómeno que se da debido a los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero sobre la atmósfera. La consecuencia que, en este aspecto, nos atañe es la progresiva subida de la temperatura del planeta.
La relevancia de este marco de actuaciones se refleja en las nefastas consecuencias que la emergencia climática está teniendo ya en nuestras vidas. Se hacen patentes de un modo tan progresivo como creciente. Y comienzan como episodios climáticos extremos, pero acaban teniendo también influencias notables en el desarrollo de las sociedades.
El incremento de las temperaturas a largo plazo genera diversos inconvenientes que resultan notorios en fenómenos climatológicos observables a corto plazo. Por ejemplo: sequías y desertificaciones, olas de frío o calor más largas y extremas, aumento del nivel de los océanos, catástrofes naturales vinculadas al agua o al fuego, desaparición de biodiversidad, etc.
En el plano social, estos problemas se traducen, sin ir más lejos, en conflictos acerca de los recursos naturales, migraciones masivas, empobrecimiento, etc. Ten en cuenta que, según el Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC), cada incremento de un grado en la temperatura ocasiona una pérdida de un 5 % de la producción cerealícola. Por consiguiente, la enjundia de este ODS está más que justificada.
Antes de analizar la forma de conseguir mitigar los efectos del cambio climático, es preciso situarse en la posición de partida. El IPCC señala que, entre 1880 y 2012, la temperatura de la Tierra se ha incrementado en 0,85 ºC.
Teniendo en cuenta este dato, el horizonte que se marcó la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático celebrada en 2015 en París es el de que no se llegue a producir una subida de 2 ºC, con relación a la media del periodo preindustrial.
El IPCC considera que en 2030 tienen que disminuir los niveles de CO2 en la atmósfera un 45 %, tomando como referencia, en este caso, los alcanzados en 2010. La finalidad de estas macropolíticas públicas es que, a mediados de este siglo, se pueda hablar de una neutralidad climática.
Dicha neutralidad climática tiene que ver con una evitación de determinadas catástrofes vinculadas al clima y cambios en las condiciones de vida caracterizados por su irreversibilidad. La consecución de este fin implica, por otro lado, coordinar acciones a gran escala entre Estados, empresas y ciudadanía.
En consecuencia, es necesario implementar programas de actuación nacionales medibles, que permitan llevar a cabo un seguimiento de los hitos de reducción de la huella de carbono. Por lo tanto, se están tomando medidas que van en la línea de promover la economía verde y la circular.
Son numerosas las acciones que suman a la hora de aportar a la contención del cambio climático. Entre ellas, destacamos el ecodiseño, la movilidad sostenible, preferir energías renovables a combustibles fósiles, propiciar el comercio de proximidad, invertir en tecnologías verdes, etc.
Por último, tenemos que reseñar que el objetivo general de la acción por el clima se divide en una serie de metas. Te contamos las que concretan cómo ser efectivos frente a la emergencia climática.
Lo primero que compete a los países es llevar a cabo un fortalecimiento de sus capacidades resilientes ante los riesgos asociados a los eventos climáticos catastróficos. Estas medidas adaptativas, por su parte, deben enmarcarse en planes estratégicos más amplios.
Aunque sea oportuno actuar a corto plazo, la configuración de estas metas tiene en cuenta que la educación es fundamental a la hora de generar un cambio en la sensibilidad frente al cambio climático que resulte tan efectivo como duradero.
Con base en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, se exige que los Estados lleguen a reunir cada año, en conjunto, 100.000 millones de dólares que han de ser invertidos en proyectos verdes que contribuyan a la reversión del fenómeno que nos ocupa. Estas metas no pueden circunscribirse únicamente a los países más poderosos y las empresas transnacionales.
Resulta necesario que los actores anteriormente citados, como vanguardia de la lucha contra el cambio climático, compartan su know-how y sus herramientas de evaluación, planificación e intervención con las naciones más vulnerables frente a este fenómeno. Es preciso que los Estados emergentes, los países en vías de desarrollo y las sociedades aisladas, insulares o despobladas puedan ser parte de esta empresa global.
En definitiva, la ODS 13, pese al ruido de ciertos debates públicos, se encuentra plenamente justificada. Te hemos descrito con datos cómo este problema puede lastrar la vida del planeta para las generaciones futuras y conllevar numerosos impactos no solo sobre los ecosistemas, sino también a nivel socioeconómico. Como parte de la ciudadanía, puedes implicarte. No solo participando en las acciones y los hábitos sostenibles. Puedes formarte acerca de esta cuestión. En la Universitat Carlemany, que cuenta con un Plan de Acción al respecto, se ofrecen programas que entroncan con ella.