Y esta mayoría no reciclada es la que produce microplásticos que terminan contaminando el aire y, sobre todo, el agua. Como consecuencia de ello, se ven afectados la fauna (en su mayoría la marina), la flora, o incluso pueden terminar ingeridos por las personas.
Si quieres saber más, puedes estudiarlo gracias a nuestro Bachelor en Ciencias Ambientales en la Universitat Carlemany. A continuación, te contamos en qué consisten los microplásticos y cómo pueden afectarnos.
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Denominamos microplásticos a las partículas pequeñas procedentes de materiales plásticos. Y, aunque no existe un consenso en cuanto al tamaño que deben tener para ser considerados microplásticos, se estima que podrían medir unos 5 mm más o menos en tamaño, según la Administración Oceánica y Atmosférica.
Según la procedencia, los microplásticos pueden dividirse en 2 principales grupos:
Primarios. Son plásticos que se crean de forma diminuta para que formen parte de otro producto o funcionen como aditivos. Aquí estarían los exfoliantes, dentífricos, cosmética, etc.
Secundarios. Proceden de la separación y degradación de otros materiales mayores como neumáticos, botellas, bolsas, etc.
Tanto unos como otros están más presentes que nunca en el medio ambiente, pudiendo encontrar microplásticos en el mar y en otras zonas naturales. Y, por culpa de su tamaño, es posible que terminen en el interior de nuestro cuerpo y otros animales. Es más, se ha descubierto en más de 200 especies de seres animales, muchos de ellos forman parte de nuestra alimentación.
Sabiendo lo anterior, es lógico pensar que los microplásticos están en el interior de muchas especies animales y, por lo tanto, en alimentos procedentes de estos. Según la Universidad de John Hopkins (EE.UU.), si una persona ingiere marisco de forma habitual, consume hasta 11.000 microplásticos al año. Greenpeace, por su parte, detectó que cerca del 90% de la sal que consumimos está contaminada por microplásticos de los mismos envases, así como en otros productos como la miel, el agua, la cerveza o el azúcar.
Aunque en la alimentación no es el único ‘lugar’ donde encontramos estos residuos, ya que pueden también estar inmersos en el aire que respiramos y pueden provocar la producción de sustancias inflamatorias en los pulmones. De hecho, un estudio hecho por el Hospital del Mar (Barcelona) detectó que en el cuerpo humano pueden aparecer más de 20 sustancias vinculadas al plástico, compuestos como ftalatos y fenoles. Estos son aditivos que se emplean para aumentar la resistencia y flexibilidad de productos (tintas, cosméticos, adhesivos, productos de limpieza, desinfectantes, textiles, papel, enjuagues bucales…).
Todavía no hay estudios concluyentes de los efectos de los microplásticos en el humano y en nuestra salud. Aunque en 2016 la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria alertó del riesgo emergente y, posteriormente, en 2019, la Agencia Europea de Sustancias Químicas propuso controlar y reducir los microplásticos en cosméticos, detergentes y productos agrícolas.
Y no es para menos la preocupación, ya que, debido a su tamaño, estos residuos microscópicos pueden pasar de la alimentación al sistema digestivo y de este a la sangre, tejidos y órganos. En este sentido, en observaciones realizadas en animales, se ha comprobado que se acumulan en intestinos, riñones e hígado, lo que provoca un aumento de la oxidación y la toxicidad.
En determinadas pruebas de laboratorio, se ha verificado que los microplásticos provocan daños en las células humanas y dan lugar a reacciones alérgicas o la muerte celular. Aunque todavía no hay estudios dermatológicos, en muestras grandes de personas, que demuestran la conexión entre una exposición a los microplásticos y su impacto en la salud.
Para hacernos una idea, se encontraron plásticos como el polipropileno y el tereftalato de polietileno (PET), insertos en botellas de plástico y cajas de leche o zumo. Aunque los investigadores reconocen que no se puede determinar exactamente la procedencia de las partículas. Posiblemente, parte de la comida termine contaminada durante el proceso de transformación del alimento o del empaquetado.
Además, se sabe que el agua del grifo es otra de las fuentes por la que los humanos ingerimos pequeñas partículas de plástico y, por ello, es esencial realizar un correcto saneamiento.
Uno de los riesgos de los microplásticos es que pueden entrar en contacto con el organismo humano y funcionar como disruptores endocrinos. Tienen capacidad para afectar a nuestro sistema hormonal y provocar alteraciones metabólicas y afectar a hormonas sexuales vinculadas con la fertilidad y el crecimiento.
Los disruptores endocrinos se pueden encontrar en productos ambientadores, higiene personal, juguetes, ropa o electrodomésticos. De ahí la importancia de utilizar alternativas más saludables y sostenibles.
Cada vez son más los gobiernos que aprueban políticas para ayudar a reducir el consumo de plásticos y frenar la contaminación, como es el empleo de energías renovables. Así, países como EE.UU., Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda han prohibido ya la fabricación y distribución de productos de higiene personal que incluyan residuos plásticos.
Algunos, como las microesferas (pequeñas bolas de plástico), se sitúan en productos de belleza con propiedades exfoliantes como cremas y geles. Se calcula que cerca de 100 mil bolitas se cuelan por el desagüe y terminan en los mares y océanos. A su vez, estas son ingeridas por la fauna marina, y terminarán en el consumo humano.
Por otro lado, Costa Rica, en 2017 anunció una estrategia nacional para prohibir los plásticos de un único uso. Entró en vigor en 2021 con la intención de reducir los plásticos que terminarán en océanos, bosques y ríos.
En Kenia, desde 2017, se prohíbe la producción, distribución, venta e importación de bolsas de plástico, junto a Ruanda (que lo hizo ya en 2008). No fue hasta 2021 que la Unión Europea decidió eliminar los plásticos de un único empleo e incorporar alternativas como cubiertos, platos o pajitas de cartón. En el caso de productos sin alternativa, el objetivo es limitar su utilización y exigir obligaciones de gestión y limpieza a productores de dichos residuos.
Más cerca, en Andorra, en 2023 entró en vigor la estrategia nacional de economía circular. La iniciativa cuenta con diversas acciones, entre ellas, la prohibición de las bolsas de plástico de un solo uso.