En lo referente a la psicología hay dos grandes términos que acuñó la corriente conductista, cuyo máximo exponente era B.F. Skinner. Y no son otros que los de refuerzo positivo y negativo.
Este psicólogo afirma que el refuerzo no es más que una forma de aprendizaje que tiene su fundamento en la asociación de una conducta con unas determinadas consecuencias. Estas son las que hacen que sea más o menos probable que esta conducta se repita.
Así pues, dentro del reforzamiento del que se ha hablado anteriormente, se encuentran dos clases de consecuencia derivadas de un comportamiento distintas. Hablamos del refuerzo positivo y negativo.
De una forma muy somera, es posible afirmar que el positivo implica conseguir un premio, mientras que el negativo aporta un premio por descontinuar una conducta.
Los dos conceptos señalados, refuerzo positivo y negativo, están dentro del condicionamiento operante, y con él, el sujeto aprende a asociar una acción con una consecuencia.
Esta corriente psicológica nació de una obra de los teóricos Edward Thorndike y B.F. Skinner. En su libro, realizaban una descripción exhaustiva y sistemática de cómo debía ser este aprendizaje, y explicaban cuál era la mejor forma de aplicarlo a la realidad.
Así, dentro del aprendizaje instrumental se distinguen tres subcategorías, por decirlo así: el castigo, la omisión (no hay recompensa), y el refuerzo o reforzamiento. Es en este último en el que se encuadran el refuerzo positivo y negativo.
Por otro lado, el condicionamiento operante marca como positivas o negativas las consecuencias que se pueden generar a partir de un comportamiento. Su naturaleza es lo que distingue el refuerzo positivo y negativo.
El refuerzo positivo es un tipo de recompensa que puede aumentar la probabilidad de repetir un comportamiento deseado. Puede ser cualquier cosa, desde un pequeño gesto hasta un objeto.
Lo que se busca, indudablemente, es un cambio de comportamiento. En este caso, tomando como referencia las actitudes previas.
Algo tan simple como una nota escrita a mano o una llamada telefónica de alguien que te importa, por ejemplo, puede tener un gran impacto en tu estado de ánimo. En el lugar de trabajo, los empleados que se sienten apreciados trabajarán más duro y con mayor eficacia para obtener resultados.
Por otro lado, al hablar de refuerzo positivo y negativo hay que hacerlo de herramientas que se utilizan para distintos tipos de terapias. Así, la terapia conductual usa básicamente aquellas que lo que hacen es reforzar los comportamientos deseados, mientras el refuerzo negativo hace desaparecer los que son menos aceptables.
Un ejemplo de refuerzo positivo puede ser un padre que premia de alguna manera a sus hijos pequeños cuando recogen los juguetes o quitan los platos de la mesa.
Otra forma de fomentar el refuerzo positivo es felicitar a alguien cuando ha hecho bien una tarea. Eso motiva a la persona y le hace ganar confianza en sí misma.
Finalmente, también se puede alabar un esfuerzo, aunque aún no se consiga el objetivo deseado. De esta forma, no hay la sensación de hacer un trabajo baldío.
Por su parte, el refuerzo negativo también es una forma de aprendizaje, pero en este caso consiste en la eliminación de un estímulo seguido por un comportamiento deseado.
Por poner un ejemplo, cuando hay algo negativo que ocurre, pero deja de suceder si ese comportamiento cesa. Algo más tangible puede ser el caso de un niño a quien su madre regaña cuando no limpia su habitación. En el momento en el que empiece a hacerlo, los gritos y las reprimendas cesarán.
Esto quiere decir que, en este caso, la recompensa no es conseguir algo positivo, sino la desaparición del estímulo que lo provoca.
Un ejemplo es que una hija no se levanta de la mesa hasta que haya comido una parte del plato.
Otro caso es el de la persona que se pone a estudiar porque se lo están recordando constantemente.
La premisa central del fisiólogo ruso Pávlov era conseguir que el usuario pase a la acción y cree un nuevo hábito, o cambie uno existente. Para ello, incorporaba al dispositivo "interrupciones de patrones" -estímulos discordantes pero eficaces- que animaban a los usuarios a cambiar sus rutinas.
A continuación, hay una difícil cuestión que ha desafiado a los psicólogos del comportamiento durante décadas.
¿Qué es más eficaz para el cambio de comportamiento? Se puede usar el refuerzo positivo y negativo, pero ¿cuál es más eficaz?
Algo que se ha indicado anteriormente es que el refuerzo negativo no es lo mismo que un "castigo". El castigo implica recibir una sanción por hacer algo que no se debe hacer, mientras que el refuerzo negativo implica no recibir una sanción por hacer algo. Por ejemplo, si un niño tiene un mal comportamiento y su madre le riñe, es un castigo. Está añadiendo un estímulo negativo al hacer algo mal. Se produce cuando se retira un estímulo aversivo (una "mala consecuencia") después de mostrar un buen comportamiento. La diferencia es sutil, pero muy importante.
La mayoría de personas, si se les preguntara, estarían de acuerdo en que huir de las circunstancias que generan dolor es agotador. Es molesto, y exactamente lo contrario de buscar el placer.
Hay investigaciones referentes al refuerzo positivo y negativo que afirman que el segundo es en realidad mucho más eficaz para provocar un cambio de hábito inicial. Imaginemos que por comer helado sancionaran económicamente; inmediatamente, la persona dejaría de hacerlo.
Este es el punto en el que esta cuestión resulta interesante: en el caso de que esto ocurriera -una sanción por comer helado- de forma continuada, el refuerzo negativo al final dejaría de funcionar. La persona cambiaría de comportamiento; eso es todo.
Lo que demuestra es que el refuerzo negativo no funciona si se usa a largo plazo, y es entonces el momento de volver al refuerzo positivo. Se puede decir, resumiendo mucho, que el refuerzo negativo permite empezar, y lo positivo hace que sea posible continuar.
Aunque ya se han detallado algunos ejemplos de refuerzo positivo y negativo a lo largo de este artículo, veamos uno más.
Cuando un trabajador está usando el ordenador de forma que no debería, y su responsable comienza a observarlo para asegurarse de que el uso de los recursos es el correcto, el trabajador dejará de comportarse así.
Otro ejemplo lo tenemos cuando se está conduciendo en una carretera y se divisa una patrulla de policía de tráfico. Las personas que conducen, por lo general, tenderán a ser más cuidadosas en respetar los límites.
Evidentemente, la otra opción es perder el trabajo, por lo que la persona se esforzará en hacer su labor lo más diligentemente que le sea posible. En el otro caso, bastaría con prestar siempre atención a la conducción.
Como se puede ver, este es un recurso que se puede usar de forma efectiva para la modificación de conductas.