Se caracteriza por centrarse en el presente de la persona y en sus necesidades y retos, en lugar de ahondar en el pasado como hace el Psicoanálisis. Sin duda, una materia interesante que debe formar parte de cualquier Grado, o Bachelor Oficial en Psicología.
La Terapia Gestalt surge como una novedosa manera de entender la atención psicológica, en la que el foco se pone en el bienestar mental, en el desarrollo de las potencialidades de la persona, y no tanto en las enfermedades mentales. Defiende un concepto holístico del ser humano, que integra su faceta afectiva, social, sensorial e, incluso, espiritual. El objetivo es potenciar la autorrealización y el desarrollo personal para fomentar la capacidad de disfrutar el presente, con espontaneidad y responsabilidad.
Por tanto, la Terapia Gestalt es un método aplicable a cualquier tipo de persona y en todas las franjas de edad. Es especialmente efectiva para tratar problemas de ansiedad, de autoestima, de dificultad para establecer relaciones sociales, bloqueos emocionales o falta de autocontrol. También, en procesos de separación o duelo complejo, para afrontar crisis laborales o familiares y, en general, crisis existenciales o cualquier disfunción asociada al crecimiento personal.
En ocasiones, quienes acuden a las sesiones de Terapia Gestalt simplemente necesitan una orientación en un momento en el que han decidido dar un giro a sus objetivos vitales.
La Terapia Gestalt propone un tratamiento de la ansiedad basado en fórmulas naturales. Conviene destacar la estrecha relación que tiene con otras corrientes como las distintas filosofías orientales o técnicas de meditación, tipo Mindfulness. Todas ellas resultan especialmente eficaces para incorporarlas al tratamiento de la ansiedad.
Así, mediante ejercicios de control de la respiración se consiguen controlar los síntomas físicos que produce un ataque de ansiedad. La respiración se pone en el centro de la Terapia Gestalt para la ansiedad: se le da protagonismo porque la respiración es un potenciador de las emociones.
Además, hay una segunda razón que explica el protagonismo de estas técnicas de control de la respiración en las sesiones de ansiedad. Al tomar conciencia de la respiración, la persona se focaliza en atender a su cuerpo, aprende a escucharlo y, como consecuencia, se mantiene en el aquí y ahora. Evita que su mente divague hacia ese futuro que, por desconocido, le genera inseguridad y ansiedad.
Pero, toda Terapia Gestalt se basa en cuatro fases, que también aplican en el caso de pacientes con ansiedad. Esta es esa estructura:
Aceptación: es esa toma de conciencia con lo que se está experimentando en ese momento y lugar. Se identifican los sentimientos y se aceptan. Es un proceso esencial porque todo lo que se esconde, acaba produciendo un malestar que sale en forma de disfunción psicosomática.
Responsabilidad: cada persona reconoce sus sentimientos y se hace responsable de ellos. La Terapia Gestalt ayuda a abandonar ese mecanismo tan infructuoso como dañino que consiste en culpabilizar a algo o alguien externo de lo que nos ocurre como seres individuales. Al tomar las riendas, la persona descubre que tiene muchas más habilidades de las que imaginaba.
Diálogo: en la Terapia Gestalt la comunicación paciente-terapéuta es esencial. Por eso, es imprescindible que haya sintonía entre ambos, que se cree un vínculo emocional fuerte.
Acción: el fin último de esta terapia es proporcionar a la persona herramientas para que pueda gestionar situaciones similares o de otra naturaleza y pueda superarlas por su cuenta.
En todos los tratamientos psicoterapéuticos debe existir una participación bidireccional entre paciente y profesional. Pero en la Terapia Gestalt esta implicación debe ser aún mayor, porque gran parte del proceso recae en la voluntad de la persona de encontrar su propio camino. El papel de quien dirige la terapia se centra, durante los primeros encuentros, precisamente en conocer a esa persona, mediante una escucha activa.
Las sesiones pueden ser individuales o en grupo. Se irán planteando una serie de preguntas que darán pie a la intervención del paciente. Se suelen acompañar de ejercicios o planteamientos de situaciones prácticas para facilitar que la persona se exprese con más naturalidad.
Entre algunas de las herramientas que se usan en las sesiones de Terapia Gestalt hay recursos tan variados como los juegos de roles, la fantasía guiada o el trabajo con los sueños y la técnica de la confrontación. Otros clásicos son el juego de la silla vacía o cualquier forma de expresión artística, desde el dibujo a la música.
La clave, siempre, es enfocar todas estas cuestiones en el presente. Es decir, no se indaga en el por qué de algo que ocurrió en el pasado. Las cuestiones que importan son cómo se siente ahora. Y se pone en el centro de la terapia el valor de las palabras. En la Terapia Gestalt se aprende a prestar atención a lo que se dice, las palabras y expresiones que se usan, pero también el tono.
En Psicología, es especialmente complicado marcar unos tiempos de duración de las terapias. No se trata de que el enfoque sea más o menos efectivo, sino del papel que juega la persona a la que se dirige el tratamiento y su implicación en el mismo. En todo caso, la duración será similar a la de otro tipo de intervención e, incluso, menor.
Es cierto que la Terapia Gestalt es objeto de controversia entre los expertos en Psicología. Cuenta con detractores, sobre todo porque se inspira en filosofías o disciplinas no consideradas muy científicas. Pero también con claros defensores. Aquí nos parece importante proponer la información y dejar espacio para las conclusiones individuales.