Un trastorno psicológico se describe como una alteración del comportamiento, la cognición y la regulación emocional de un individuo. Este desequilibrio afecta a diferentes áreas de la vida y está asociado a sentimientos de angustia.
Existen diferentes tipos de trastornos mentales y en muchos casos conllevan algún grado de discapacidad funcional o psicosocial, e incluso riesgo de conducta autolesiva. Las causas son muy variadas. Hay factores individuales, familiares, sociales y estructurales que pueden proteger la salud mental o, por el contrario, deteriorarla. Las personas expuestas a dificultades o entornos hostiles tienen un mayor riesgo de padecer algún trastorno. Aun así, cualquier persona es susceptible de sufrir, en algún momento de su vida, un trastorno psicológico.
Un trastorno psicológico, por lo general, no solo afecta a la persona que lo padece. Es una situación que también alcanza a las personas más cercanas con las que se relacione en el día a día. El desconocimiento hace que mucha gente no sepa cómo actuar ante la enfermedad mental. A veces, detrás de una buena intención, pueden darse comportamientos dolorosos o contraproducentes para la persona afectada. Por eso, el primer paso es informarse. La mayoría de las enfermedades mentales nos resultan desconocidas y casi todos tenemos ideas preconcebidas y llenas de estereotipos y prejuicios sobre cómo son o cuáles son sus síntomas.
Desde el campo de la psicología lo que se recomienda es acompañar a la persona enferma. Con mucha paciencia, empatía y comprensión, aunque sin sobreproteger. Uno de los aspectos más difíciles de las enfermedades mentales es la soledad y la incomprensión. Evitar que la persona que sufre se sienta aislada, ya es un gran punto de apoyo.
Por otra parte, la terapia psicológica puede ser de gran ayuda para todo el grupo, no solo para la persona que sufre el trastorno. Cuando un miembro de la familia o de la pareja padece una enfermedad mental, todos pueden aprender a desarrollar las herramientas necesarias para apoyar mejor a su ser querido y mejorar la convivencia en el hogar.
Según informes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) , en 2019, una de cada ocho personas padecía algún trastorno mental. Esta cifra equivale a 970 millones de personas en todo el mundo. Los más comunes son la depresión y el trastorno de ansiedad, que se incrementaron en 2020 a causa de la pandemia de COVID-19 y el confinamiento obligatorio. Se estima que la ansiedad aumentó un 26% y la depresión un 28% en ese año.
En España, según la Confederación de Salud Mental, un 6,7% de la población padece un trastorno de ansiedad. También un 6,7% padece depresión. Entre un 11% y un 27% de los trastornos psicológicos se atribuyen a las condiciones de trabajo.
Según el Barómetro Juvenil sobre Salud y Bienestar 2021, 9 de cada 100 jóvenes experimentó ideas de suicidio ‘continuamente o con mucha frecuencia’.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en torno a un 20% de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo, sufren trastornos de salud mental. La mitad se inician antes de los 14 años y son comunes en las diferentes culturas. Estos son los más frecuentes.
El DSM-5 describe el trastorno depresivo mayor como un estado de ánimo clínicamente bajo y negativo. También provoca la dificultad para disfrutar de actividades gratificantes, un síntoma que se conoce como anhedonia. La distimia tiene síntomas menos intensos, pero se pueden mantener de forma cronicidad durante varios años.
La ansiedad provoca que la persona padezca síntomas físicos, cognitivos y emocionales como miedo irracional, pensamientos intrusivos, irritabilidad, crisis de pánico, insomnio, etc.
La adolescencia es una edad proclive a experimentar con sustancias psicoactivas. En la mayoría de los casos, el consumo es puntual y esporádico, pero en otros puede desarrollarse un abuso por dependencia.
Este tipo de trastorno se considera una variante temprana del trastorno antisocial de la personalidad. Puede incluir comportamientos violentos, físicos o verbales, contra personas o animales. A menudo se manifiesta también con actitudes de violación de las normas de las figuras de autoridad (profesorado, familia, etc.), destrucción de la propiedad ajena o robo.
Los trastornos de la conducta alimentaria se asocian con frecuencia a la adolescencia y primera juventud. Los más comunes son la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón. La edad media de inicio se está adelantando cada vez más por factores psicosociales.
El TDAH o trastorno por déficit de atención con hiperactividad se suele diagnosticar durante la infancia y en gran parte de los casos los síntomas remiten a partir de la adolescencia y la juventud. En muchos casos está asociado con un mayor riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad, depresión o adicciones.
La fobia social genera un intenso malestar en situaciones que implican interactuar con otras personas. Los síntomas pueden variar desde la ansiedad hasta una crisis de angustia incapacitante. En muchos casos, los adolescentes que sufren este tipo de fobia, han sufrido algún tipo de maltrato o acoso escolar.
El trastorno adaptativo hace que la persona que lo sufre experimente síntomas de ansiedad o depresión en eventos significativos en sus vidas. La causa más frecuente es la falta de herramientas emocionales para afrontar los cambios o los problemas inevitables de cualquier vida humana.
Este tipo de trastorno es muy complejo, ya que engloba una enorme variedad de condiciones en el neurodesarrollo. Los síntomas son muy variados y dentro del TEA se describen distintas tipologías como el síndrome de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil o el trastorno generalizado del desarrollo no especificado.
Las fobias están asociadas al trastorno de ansiedad. Se caracterizan por una reacción de miedo excesiva e irracional ante un estímulo, situación, objeto o individuo que no comporta para la persona ningún peligro o amenaza.
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